Sigo mal, peor. Todo esto es
tan difícil. Estoy sola, perdida, pero aún tengo fe, y mientras tenga fe,
tendré todo.
En internet, como siempre, (claro,
mi único aliado) encontré los beneficios del bicarbonato de sodio contra el
Cáncer y la Candidiasis, que tal y como imaginé, parecen ser la misma cosa, el
mismo hongo: Candida.
Dicen algunos expertos (que son
burlados y callados por todos los que se llenan los bolsillos alimentando y
medicando sociedades enfermas) que el bicarbonato de sodio, ese polvito blanco
tan barato que se vende libremente en farmacias o dietéticas, es un
poderosísimo antihongos. Leí que tomando tres cucharaditas por día diluidas en
medio vaso de agua durante tres días me curaría de la tos y la gripe. Y claro,
lo intenté. Tomé una a la tarde y otra a la noche (ya no había tiempo para la tercera, menos mal). Cuestión que santo remedio para mi Candida, supongo que no será
casualidad que empeoré espantosamente y me sentí violentamente mal. Ay! Cuántos
mocos atascados en mi garganta, tanta necesidad de toser, de vomitar, de
arrancarme la laringe, el esófago, el cuello y tirarlos por alguna ventana.
Estuve realmente fatal.
Supongo que el bicarbonato
habrá hecho lo suyo… (dicen que cuando uno mata los hongos, al principio, se siente peor que nunca, o reaparecen viejas molestias, lo que se llama Die-off o Herxheimer Reaction, y que contrariamente a lo que podríamos pensar, que estamos empeorando, eso es un proceso natural e inevitable que significa que el organismo está mejorando, eliminando de adentro todos los desechos tóxicos. Como esos desechos son muchos, y muy tóxicos, uno se siente muy mal durante esta etapa). Creo que también influye que estoy por menstruar y el
Síndrome Premenstrual potencia todos mis problemas. Y además, como es sabido,
para mí una gripe es una verdadera pesadilla, obvio que no es grato estar
engripado, pero en mí, sin victimizarme, es un silencioso calvario. En un
cuerpo tan deprimido y en un sistema inmunológico tan pobre como son los míos,
la gripe (o cualquier otra enfermedad) causa verdaderos estragos. Por qué? Ya
no tengo células ni flora benéfica que me defienda. Mi tráquea, mi faringe, mi
estómago, mis intestinos, en fin, todos mis órganos están en huelga.
Y lo peor es el silencio, lo
minuciosos y malparidos que son los hongos. A simple vista, para todos, estoy
perfecta. A lo sumo tengo un poco tomada la garganta, como cualquiera que tomó
un poco de frío. Por dentro, vivo un infierno.
Pero todo va a pasar. Tarde o
temprano si no muero en el intento.
Ahí es donde nace mi
desesperación. Y claro, mi ansiedad me empuja a cometer errores que pago caros.
Soy extremista, lo sé.
Candida no es un enemigo fácil,
y sin paciencia no podré matarla. Esto es una pelea entre ella y yo, y sólo una
saldrá triunfante. Si me apuro, o me equivoco, seré yo quien muera.
Pero saber que debo matarla
porque sino me matará, y tener que seguir esperando, me produce demasiada
impotencia. Esperar. Como siempre. Pero no queda otra. Cuando no es el momento
de algo, no se puede forzar las cosas. Así me pasa con todo, el problema es que
en mi vida parece que nunca es el momento de nada. Y la espera me desespera: el
mientras tanto. Claro que la vida es eso.
Pero tengo tanto miedo de que
el tren se pase y no poder lograr las cosas, que ese miedo me incita a
equivocarme, queriendo quemar etapas, saltear peldaños. Y la escalera se sube
despacio, de uno en uno. Apurarme no garantizará el éxito de mis objetivos, por
el contrario, podría condenarme al fracaso: si tiene que ser será, y será
cuando tenga que ser, y no antes. Y si no es, es porque no debía ser, porque
ese no era el camino o el destino.
Qué difícil es mirar para
delante y qué simple para atrás. Con el diario del lunes, como dicen. Uno
complica todo tanto, le da tantas vueltas, se hace tanta mala sangre porque las
cosas no suceden como esperaba, y con el tiempo, al girar la cabeza, entiende
todo, justifica todo. Era todo tan fácil, estaba todo ahí, estuvo siempre, y
uno lo ignoraba.
Pero no era el momento, eso es
todo. Había cosas que aprender en el camino. Cuánto aprendí en pocos días.
Cambié la visión del mundo, de la naturaleza, de la vida.
Cuestión que descubrí, tarde
pero seguro, que no puedo pelear ahora contra Candida porque no estamos en
igualdad de condiciones, y con certeza, me ganará. Entonces me compré un
antigripal en la farmacia (sí, contra mis principios) y comí unas galletitas
dulces (contra mis principios también). Para luchar contra ella, primero debo
quitarme esta maldita gripe. Porque sino, los virus Influenza se aliarán a la
maldita Candidiasis y dos contra uno no será ecuánime.
En cuanto esté fuerte de nuevo (dentro
de mis posibilidades) empezará el combate.
Avancé demasiado, no puedo ser
tan necia. Hace menos de dos meses no sabía el nombre de mi enfermedad, mucho
menos cómo combatirla. Hoy que sé ambas cosas debo inspirar profundo y pensar,
que pronto, de a poco, iré acabando con ella, y en un tiempo estaré felizmente
curada.
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